9.9.10

Something

No es fácil maniobrarlas. Ellas están tan prolijitas, tan bien pintadas, tan redondas, tan llenas de magia… La pintura nunca se les corre, porque si así fuese, perderían el encanto que las caracteriza. Sí, esa pintura suave y perfectamente elegida para cada una de ellas no puede esfumarse.
Se deslizan de un lado para el otro. Pilar las mueve con una sutileza especial, juega con sus figuras, las hace parte de sus manos, se convierten en una extensión de su cuerpo y en artífices del momento que no deja de ser filmado.
La cámara las mira fijamente; a la dueña de las pequeñas manos inquietas, y a ellas, que no dejan de bailar su propia danza al ritmo de la música. La alfombra mullida es el escenario perfecto.
Están fijas, están inmóviles… se mueven. Se deslizan, se conocen, se rozan. La joven de las manos blancas no tiene cara: sólo piernas entrecruzadas vestidas con una calza y los pies cubiertos por medias. Piernas, pies y manos… nada más. Ah sí, y ellas bailar al compás de la melodía, por supuesto.
¡Qué entretenido espectáculo!
En el comienzo, se trataba de una sola. Luego, una parte de sí es extraída, y luego otra, y otra, y así sucesivamente hasta quedar todas paradas, bien derechitas, sobre la alfombra de Pilar.
La danza continúa: no tienen miedo de dejarse llevar por las manos. Pero el fin se aproxima y, todas y cada una de ellas vuelven al sitio de donde salieron: las manos de Pilar las hace una sola.
Una sola Mamushka.


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